Rige entre los cazadores un código de honor que no está escrito. Se acepta como natural el no atravesar las manos de las cuadrillas, el ofrecer la bota al que llega cansado, etc., y es frecuente que un cazador o persona que está trabajando en el campo, al descubrir una liebre encamada, lo comunique a los cazadores próximos. Si la liebre es abatida, no importa quién lo haga; siempre se le dará a la persona que la descubrió.